Tal como sugiere el título, esta antología poética del español Felipe Fuentes García tiende, en su conjunto, a una confesión íntima, donde se encuentra a sí mismo a través de los recuerdos, y en la recreación y mímesis nostálgicas de su entorno; y, puntualmente, en el libro que le da el nombre, llega hasta el extremo de una catarsis mística, donde indaga valientemente en los misterios inabordables de la existencia misma, logrando un asentimiento humano de la realidad. Tratar de percibir el valor duradero de esta obra no es tarea muy difícil, ya que nos encontramos ante un auténtico poeta, de conciencia insobornable, que utiliza la palabra como un |
medio, como una herramienta, como un espejo, para escarbar los intersticios de su espíritu y esculpir su rostro humano. Más allá de la amistad que me une y de la admiración que profeso por la obra de Felipe Fuentes García, no tengo dudas de que algunos de los poemas de este libro son verdaderos hallazgos, y que sortearán los embates del tiempo y de la crítica. La variedad expresiva de esta obra, tanto en el formato del soneto como en el verso libre acentual, hace la lectura amena, y despierta en el lector, no pocas veces, el agradable sentimiento de lo sorpresivo, y en algunos poemas un verdadero sobrecogimiento.
Pero esta poesía no es fácil, no admite la lectura superficial, ya que se halla atesorada de sutilezas, no sólo en cuanto a la pulsión de su contenido, sino en el aspecto formal, donde demuestra haber superado heroicamente los constreñimientos de la métrica, para alcanzar ese estadio donde el poema fluye naturalmente, vuela con entera libertad, como un ave que ha superado el entrenamiento del vuelo y adquiere “el arte de desplazarse por los aires”. Poesía madura, honda, delicada, refinada en la escuela de la tradición, superando sus conceptos, creando nuevas tendencias, enriqueciendo la poesía castellana. Yo diría que la principal virtud de esta obra es la notable unidad que presenta entre contenido y forma. Parafraseando a Federico García Lorca, quiero concluir diciendo que Felipe Fuentes García es poeta por la gracia de la divinidad y por la gracia de la técnica y del esfuerzo.
Óscar Distéfano Miers
Pero esta poesía no es fácil, no admite la lectura superficial, ya que se halla atesorada de sutilezas, no sólo en cuanto a la pulsión de su contenido, sino en el aspecto formal, donde demuestra haber superado heroicamente los constreñimientos de la métrica, para alcanzar ese estadio donde el poema fluye naturalmente, vuela con entera libertad, como un ave que ha superado el entrenamiento del vuelo y adquiere “el arte de desplazarse por los aires”. Poesía madura, honda, delicada, refinada en la escuela de la tradición, superando sus conceptos, creando nuevas tendencias, enriqueciendo la poesía castellana. Yo diría que la principal virtud de esta obra es la notable unidad que presenta entre contenido y forma. Parafraseando a Federico García Lorca, quiero concluir diciendo que Felipe Fuentes García es poeta por la gracia de la divinidad y por la gracia de la técnica y del esfuerzo.
Óscar Distéfano Miers