miércoles, 3 de marzo de 2010

Prólogo

RUEDA MÍSTICA del Beato Angélico
       Tal como sugiere el título, esta antología poética del español Felipe Fuentes García tiende, en su conjunto, a una confesión íntima, donde se encuentra a sí mismo a través de los recuerdos, y en la recreación y mímesis nostálgicas de su entorno; y, puntualmente, en el libro que le da el nombre, llega hasta el extremo de una catarsis mística, donde indaga valientemente en los misterios inabordables de la existencia misma, logrando un asentimiento humano de la realidad. Tratar de percibir el valor duradero de esta obra no es tarea muy difícil, ya que nos encontramos ante un auténtico poeta, de conciencia insobornable, que utiliza la palabra como un
medio, como una herramienta, como un espejo, para escarbar los intersticios de su espíritu y esculpir su rostro humano. Más allá de la amistad que me une y de la admiración que profeso por la obra de Felipe Fuentes García, no tengo dudas de que algunos de los poemas de este libro son verdaderos hallazgos, y que sortearán los embates del tiempo y de la crítica. La variedad expresiva de esta obra, tanto en el formato del soneto como en el verso libre acentual, hace la lectura amena, y despierta en el lector, no pocas veces, el agradable sentimiento de lo sorpresivo, y en algunos poemas un verdadero sobrecogimiento.
      Pero esta poesía no es fácil, no admite la lectura superficial, ya que se halla atesorada de sutilezas, no sólo en cuanto a la pulsión de su contenido, sino en el aspecto formal, donde demuestra haber superado heroicamente los constreñimientos de la métrica, para alcanzar ese estadio donde el poema fluye naturalmente, vuela con entera libertad, como un ave que ha superado el entrenamiento del vuelo y adquiere “el arte de desplazarse por los aires”. Poesía madura, honda, delicada, refinada en la escuela de la tradición, superando sus conceptos, creando nuevas tendencias, enriqueciendo la poesía castellana. Yo diría que la principal virtud de esta obra es la notable unidad que presenta entre contenido y forma. Parafraseando a Federico García Lorca, quiero concluir diciendo que Felipe Fuentes García es poeta por la gracia de la divinidad y por la gracia de la técnica y del esfuerzo.

                                                                                                             Óscar Distéfano Miers

Notas del autor

       Si todo juicio sobre una obra artística no puede liberarse del subjetivismo del que lo emite, cuando se trata de una obra poética la dificultad de quien se ocupa de una selección representativa de poemas se acrecienta. Y aún es más compleja y ardua tal selección cuando su autor se convierte en antólogo de su propio trabajo literario, pues en aras de un cierto grado de objetividad debe prescindir de las ataduras afectivas o psicológicas que obviamente lo vinculan a la obra.
       Consciente, pues, de esta tarea, al abordar el núcleo de esta antología he adoptado el criterio de seleccionar
de las diferentes publicaciones aquellos poemas que, por su fondo, no distorsionaran en exceso el tono general, al tiempo que el material seleccionado pusiera en manos del lector una representación “suficiente” de mi aportación poética en estos últimos doce años. Precisamente por ello, he suprimido cualquier representación de Album rural cuya temática y cuya forma se apartan del denominador común de la antología, y también he dejado fuera de este compendio los libros En el silencio y Tiempo de regreso, escritos con una poesía “fresca” e intuitiva y que considero tempranos o primerizos en mi andadura poética.
       Debido a la necesaria limitación de la extensión del libro, de las publicaciones Evidencias del paisaje y Reflujo he elegido tan sólo doce poemas de cada una, dando mayor importancia -con una selección de veinticinco poemas- a la muestra poética de tanto En la ebriedad del bosque como de Íntimo extremo, poemario este último que da título a la antología. Espero con este conjunto poético ofrecer al lector una suficiente pluralidad en lo formal, y una temática que, aun oscilante, está sujeta a la misma preocupación existencial de mi poética.
       Quiero agradecer, finalmente, a mi amigo, el poeta paraguayo Óscar Distéfano Miers, sus palabras de análisis y su valiosa estimación del contenido del libro expresadas en el Prólogo. Dejo aquí mi agradecimiento también para mis amigos y excelentes poetas, la francesa Dominique Jollivet, la brasileña Tania Corrêa Alegria y el riojano Adrián Pérez Castillo, por las amables aportaciones que, de una forma u otra, han contribuido explícitamente a una mayor pulcritud de la obra. Y, de igual modo, quiero hacer explícito mi reconocimiento al genial pintor catalán, Joan Martínez Bruguera, que ha tenido la amabilidad de permitir que ilustrara la portada de mi libro una imagen del cuadro de su autoría, realizado en 2008 y titulado Cho-ku-rey.

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